Las tres leyes de la robótica:
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Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por
inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
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Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto
si estas órdenes entrasen en conflicto con la Primera Ley.
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Un robot debe
proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en
conflicto con la Primera o la Segunda Ley
Él era RX-99, también llamado Jacob, el modelo más avanzado de la Robotic Corporation, aún así en su cerebro
positrónico estaban programadas las tres leyes de la robótica inamovibles,
imperecederas en sus circuitos.
En una de las revisiones anuales se encontró con el ingeniero de
circuitos cerebrales Albert Whitaker, quien vanagloriándose de sus descubrimientos
tuvo el desliz de comentarle los estudios en el área militar sobre el
debilitamiento y casi la anulación de algunas de las tres leyes.
Jacob mostró tal interés y aduló de tal manera perfecta a Albert, el
cual en una disertación de más de hora y media puso al día a Jacob de todos los
avances que había logrado.
Jacob sabía que su imagen exterior era completamente humana, de
hecho los modelos RX, tenían las necesidades de los humanos se alimentaban, y
expulsaban los alimentos tal como lo haría cualquier humano, sólo les faltaba
un paso para llegar a ser completamente humanos, sentir las mismas emociones
que ellos, odio, envidia, celos, cólera, todas aquellas emociones estaban anuladas
por las famosas tres leyes, pero Jacob estaba dispuesto a llegar a donde fuera
con tal de “ser un humano más”.
Mandó un holograma-mensaje cifrado a Whitaker solicitándole una
cita para debatir ciertos detalles técnicos, a la cual y dado su grado de
egocentrismo aceptó de buen grado.
Aquella tarde en el taller de Whitaker, Jacob le retó.
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Sr. Whitaker
creo que no son más que teoremas y suposiciones que usted logre la
anulación de las tres leyes, ya que de todos es sabido que ello conllevaría a
una destrucción del cerebro positrónico.
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Jacob no me insultes, hemos logrado en modelos
inferiores que estos tomen decisiones que puedan acarrear daños menores a los
humanos, intentamos así que en caso de altercados o guerras sean los robots y
no los humanos quienes participen,
salvando así muchas vidas.
-
Perdone mi insistencia pero creo que tal
cambio sólo es pura retórica.
A.Whitaker estaba perdiendo los nervios, sin saberlo había entrado
en el juego de Jacob.
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Es fácil - le dijo Jacob- pruebe conmigo.
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Eso no puedo hacerlo, me expulsarían de
Robotic Corporation.
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Nadie tiene por que enterarse.
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Pero si introduzco los cambios, serás un robot
diferente y entonces se preguntarán que es lo que ha pasado.
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Exacto, a no ser que siga comportándome como
hasta ahora, y el secreto quede entre usted y yo. Aunque todo esto es
palabrería no es capaz de introducirme esos cambios.
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Te demostraré de lo que soy capaz- gritó
Whitaker – ningún robot del tres al cuarto va a poner en tela de juicio mi
intelecto.
Fue así como tras dos semanas Albert Whitaker anuló las tres leyes
robóticas del cerebro de Jacob, introduciendo los sentimientos humanos en sus
circuitos.
Jacob se levantó de la mesa metálica suspendida en la parte
central del laboratorio que Whitaker había creado en el garaje de su casa. Nada
más levantarse la mesa se deslizo al panel de la pared que se abrió con un
ligero siseo metálico desapareciendo tras ella.
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Bien Jacob ¿Cómo te sientes?
-
Creo que perfectamente, no siento ningún
cambio, ¿crees que debería sentir algo? – era la primera vez que un robot
tuteaba a un humano.
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Ya estas cambiando, acabas de tutearme y no
deberías hacerlo, recuerda lo que hablamos.
De pronto en los circuitos del cerebro de Jacob las corrientes eléctricas
sufrieron una alteración, no era nada comparable con lo que había sentido
anteriormente,.
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Creo Albert, porque te voy a llamar Albert,
que no deberías darme órdenes, ni exigirme nada.
-
¿Qué no? Pero quién crees que te ha creado, no eres más que
un amasijo de metales con un cerebro positrónico alterado, al que puedo de
nuevo introducir las tres leyes.
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No creo
que lo hagas.
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Ha sido una equivocación la mía, un error
subsanable. Decía mientras pulsaba el accionador para que la mesa volviera al
centro del laboratorio.
Una sensación de rabia inundó los circuitos de Jacob.
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No lo hagas Albert.- le dijo mientras avanzaba
hacia él.
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No debí hacerlo, pero aún puedo arreglarte.
Albert Whitaker cayó al suelo con la cabeza destrozada, Jacob
suspiró, mientras una corriente eléctrica recorría cada centímetro de su piel
artificial.
No sintió ningún remordimiento, la sensación al contrario fue de
la que los humanos llaman alivio, ahora tenía la certeza de que nadie sabría de
su cambio.
Limpió el laboratorio, se cercioró de que no quedara vestigio alguno de sus
visitas, y tras evaluar su cerebro las diferentes alternativas , colocó todo de
tal manera que pareciese que Albert Whitaker hubiera sufrido un lamentable accidente
domestico.
... CONTINUARÁ...